por Cecília Rezende

Defacing

Defacing

El proyecto Defacing (desfigurar/deformar), del artista cubano Pablo González-Trejo, desvela nuevos horizontes para el arte contemporáneo al poner en jaque paradigmas sobre la producción y autoría de la obra de arte en plena emergencia de la cultura alter moderna – término creado por Nicolas Bourriaud para definir la nueva modernidad, surgida en la actual era globalizada.

Según Bourriaud, la idea de multiculturalismo e identidades culturales da lugar a un escenario criollo, pero a la vez globalizado, bien más extenso, en que las fronteras se mueven y se diluyen en velocidad cada vez más alta, permitiendo un intercambio de información en muchos lenguajes, simultáneamente y por híbridos canales de transmisión. Como una consecuencia natural de tal proceso, actualmente el arte experimenta nuevas formas de expresión y comunicación en un territorio cultural repleto de imágenes y signos que ya no se restringen a sus límites originales, siendo plenamente reconocidos en muchos lugares del mundo.

González-Trejo apuesta a por la capacidad de transmitir y percibir sentimientos a través de la representación visual de un imaginario tejido a través del tiempo, suyo y también colectivo, dando lugar a un dialogo entre el público y la obra, en que los discursos subjetivos coinciden en la formación de una nueva simbología para el arte y evolucionan hacia otras direcciones, revelándose, afirmándose y (des)construyéndose de formas cada vez más libres y autónomas.

El artista parte de la idea esencial de la representación visual de la memoria subjetiva para la concretización de su proyecto, fomentando una discusión abierta sobre el imaginario, personal y también colectivo, al proponer nuevas cuestiones bajo la premisa de interactividad. A través de una mirada íntima y a la vez pública, bien como afectiva y catártica, acerca de la noción de identidad -sea ella personal, ideológica o cultural-, el artista estimula el debate público acerca de las funciones sociales, políticas, estéticas y psíquicas de la producción artística, además de cuestionar la propia idea de autoría al proponer otras formas posibles de diálogo entre el artista y el espectador.

Defacing se compone de una serie de dibujos hechos en carbón vegetal que, cuando expuestos por primera vez, son desfigurados/borrados con pintura acrílica de color blanco por alguien a quien podemos llamar defacer (en una traducción libre, desfigurador o deformador), presente entre el público.

El objetivo artístico del proyecto es cambiar la perspectiva del público frente a la obra presentada en el espacio físico de la exposición. González-Trejo convoca al público a reaccionar sobre lo que ve, y la intención se concretiza justamente a partir de este intercambio. Obviamente, el defacer puede percibir la expectativa presente en las miradas ajenas durante los sesenta segundos de que dispone para desdibujar la obra, y que ejercen significativa influencia sobre la manera como él responde a lo que se le presenta, además de moderar la intensidad de su reacción.

Lo que ocurre es la colectivización del proceso artístico, convirtiéndolo en algo libertador. Un gesto antes de todo catártico, en que uno interviene públicamente, y no apenas sobre una obra de arte en su sentido institucional, sino también sobre una imagen reconocible por el defacer y que de alguna manera lo conmueve, sea estética, psíquica o físicamente.

Para retratar a los amigos, el artista recurrió a sus impresiones subjetivas sobre cada uno de ellos, así como al vasto repertorio de sus propias memorias, históricas y afectivas. Partes integrantes, en fin, de un referente visual y emocional particular. Hay algo de lisonjero pero también de desafiador en la intención de González-Trejo de exponer literalmente a algunos de sus entes queridos, al mismo tiempo en que los invita a reaccionar de manera casi iconoclasta sobre su propia imagen, bajo la mirada atenta de otros. El aprecio esencial en la relación entre el artista y el defacer trasparece en el resultado final de la obra, investida de un espíritu de benevolente parcialidad- característica de la amistad por definición. Un intento que se encuentra originalmente circunscrito en la esfera del afecto, y que ha resultado, según González-Trejo, en una placentera experiencia.

Desdibujar dictadores, entretanto, ocurrió sobre fundamentos un poco diferentes. Por si solos, los rostros de gente como George W. Bush, Adolf Hitler, Fidel Castro, Condoleezza Rice, Donald H. Rumsfeld, Hugo Chávez y Robert Mugabe, entre muchos otros déspotas, dispensan presentaciones: se han consagrado en la historia humana como íconos visuales, reconocibles por millones de personas, no solo por los daños inflingido a sus propios compatriotas, sino también por la arbitrariedad de su hechos y violencia contra otros pueblos, culturas, ideologías y religiones. Cabe aquí afirmar que, en un imaginario colectivo, estas caras personifican a la maldad. Su mera visión ocasiona un involuntario rescate de memorias traumáticas y dolorosas desde los escombros de su propia historia personal; recuerdos que, bajo condiciones específicas, desencadenan un espontáneo proceso de catarsis personal y/o colectiva, digno de una verdadera obra de arte.

En Defacing, los retratos se forman y se nutren no apenas de la memoria del artista, sino de muchas otras memorias. Visuales, emocionales y físicas, construidas a partir de experiencias personales y cada cual relacionada a un imaginario único. El resultado del proyecto, lejos de una obra encerrada, refleja un inesperado y voluntario dialogo, en que ambas extremidades permanecen abiertas.

Así como las fronteras de nuestros mundos interiores avanzan o se retraen según un constante proceso de redelineación, nunca llegamos a formar nuestras identidades como algo macizo y bien definido. Lo que somos y la materia de que estamos hechos sigue evolucionando constantemente, según dónde, cuando, con quién y como vivimos. Tal como sugiere González-Trejo, somos más una metáfora de nosotros que nosotros mismos.